“La dignificación del pueblo yoreme empieza por hablar nuestra lengua”

La dignificación del pueblo yoreme empieza por hablar nuestra lengua
Antolín Vázquez es reconocido por el gobierno de México por su labor en la defensa de su cultura // El galardón es para mi comunidad; a ella le debo todo
, asevera en entrevista
▲ Antolín Vázquez Valenzuela afirma que el reconocimiento no significa que su labor ha terminado.Foto Cristina Gómez
Cristina Gómez Lima
Corresponsal
Periódico La JornadaLunes 21 de julio de 2025, p. 2
Huatabampo, Son., Entre los valles agrícolas del sur de Sonora, en la comunidad indígena de El Júpare, vive Antolín Vázquez Valenzuela, hombre de palabras pausadas, memoria fértil y voz firme cuando habla de su gente. A sus 61 años ha sido reconocido con el Premio Nacional de Artes y Literatura 2024, en el campo de Artes y Tradiciones Populares, por su incansable labor en la defensa y divulgación de la cultura yoreme-mayo.
Para él, el galardón no es un reconocimiento individual, sino colectivo. El premio es para mi comunidad, para mi pueblo. A ellos les debo todo
, afirma sin titubear.
Vázquez Valenzuela nació en Navojoa, pero al día siguiente de su nacimiento fue llevado a El Júpare, comunidad indígena ubicada en el municipio de Huatabampo, donde creció bajo la guía de sus padres, jornaleros agrícolas, y de su abuela, Cornelia, partera y hablante orgullosa del yoremnokki, la lengua materna de su pueblo.
Mi tía abuela vivía con nosotros y nunca dejó de hablarnos en lengua. Gracias a ella no la olvidamos. Ella nos nutría con su palabra, con su cariño y su regaño en yoreme
, recuerda Vázquez Valenzuela.
Décimo de 11 hermanos, pasó su infancia entre la pizca de algodón y el corte de ajonjolí, donde también se formó en el valor de las tradiciones. Con apenas siete años ya trabajaba en el campo, pero su espíritu se alimentaba de las ceremonias, danzas y cantos que escuchaba a su alrededor.
Mi padre nos llevaba a la escuela y nos inculcó el respeto por nuestra comunidad. Mi madre, Virginia, soñaba con aprender a leer. Aunque sufrió discriminación por hablar su lengua, nunca dejó de comunicarse en ella con mi padre. Eso nos marcó
, compartió en entrevista para La Jornada.
En 1982, el joven yoreme, con licenciatura trunca en sociología, fue invitado a un curso intensivo de promotores culturales indígenas en Toluca. “Estaba con mi apá cortando ajonjolí cuando llegaron a buscarme. Ese curso fue una semilla revolucionaria en mí. Me hizo valorar profundamente lo que somos”.
A lo largo de 35 años, Vázquez Valenzuela laboró en la Unidad Regional de Culturas Populares e Indígenas de Sonora, donde realizó una extensa labor de rescate y promoción de la tradición oral yoreme. Es coautor del libro Palabras del mundo yoreme: Cuentos tradicionales del pueblo mayo, y fundador del Centro de Cultura Blas Mazo, en El Júpare, así como del Centro de Cultura Mayo Francisco Mumulmea Zazueta, en Buaysiacobe, Etchojoa.
Su trabajo ha sido una respuesta constante ante el riesgo de desaparición de las lenguas indígenas, como el yoremnokki, que hoy apenas habla con fluidez 30 por ciento de la comunidad asentada en el sur de Sonora. Lo más doloroso es que los jóvenes ya no comprenden el mensaje de las canciones en lengua. Las cantan, pero no las entienden. Se pierde el sentido profundo de nuestra identidad
, lamentó.
Para Antolín Vázquez, la lengua es la base de la dignificación de los pueblos indígenas. Es el idioma con el que se forjaron nuestros antepasados, con el que se nombra la naturaleza, el cuerpo, el espíritu. La tradición oral es como una teta: se mama, se nutre. Si no es así, no sobrevive
.
A pesar del reconocimiento nacional, insiste en que su labor no ha terminado. Me jubilé de la institución, pero no de mi comunidad. Seguiré promoviendo nuestra cultura hasta el día que me cierren los ojos, porque mi pasión por servir, fomentar y dignificar nuestra cultura siempre estará latente
.
Fiestas vivas
El Júpare mantiene vivas sus ceremonias religiosas a través de un sistema de organización tradicional que se transmite de generación en generación. Las fiestas patronales en honor a la Santísima Trinidad, la danza del venado, la Cuaresma y la presencia de hasta 200 fariseos cada año son expresiones de una cosmovisión sincrética que entrelaza la espiritualidad ancestral con elementos del catolicismo traído por los misioneros jesuitas y franciscanos. El sincretismo religioso nos ha dado cohesión. Nos sentimos yoremes también en la fe, y eso nos distingue como tribu
.
En El Júpare, donde cada año se reúnen cientos de familias en celebraciones comunitarias, hay un sentido de resistencia viva frente al olvido. Somos un pueblo que se resiste a la globalización
, dice con convicción. Por eso es importante que se respeten nuestros usos y costumbres. Sin lengua y sin tradiciones, no hay identidad
.
Antolín Vázquez no evade los retos. La migración, el desplazamiento lingüístico, el racismo, la fragmentación política interna y el impacto del narcotráfico han dejado huella en su comunidad. Hay jóvenes que estudian, pero después se pierden. Muchos se van a la frontera, pero allá forman grupos para no olvidar sus fiestas
, destacó al mencionar al grupo de indígenas yoremes que han migrado a Nogales, frontera de México con Estados Unidos, donde también celebran sus tradicionales danzas y rezos.
En la charla comparte que uno de sus orgullos más grandes es ver a su hija mayor, Trinidad, convertirse en la primera mujer presidenta del cargo tradicional en El Júpare. Ella asumió el cargo durante tres años. Fue algo muy importante para nuestra familia. Una señal de que las tradiciones siguen, de que hay esperanza
.
Al recibir la noticia del Premio Nacional, Vázquez Valenzuela se sorprendió. Me llamó la titular de Bellas Artes. Me quedé asombrado. ¿En qué momento pasó esto?
Agradece a quienes lo han acompañado en el camino: su familia, los maestros, los mayores de su comunidad y sus colegas.
El promotor cultural cierra la conversación con una invitación: Que se acerquen a conocer la vida tradicional de los pueblos indígenas. Somos una comunidad grande de espíritu y corazón. Nos resistimos a desaparecer. Seguiremos aquí, danzando, cantando, hablando nuestra lengua y cuidando nuestras raíces
.
La trayectoria de Antolín Vázquez Valenzuela trasciende el reconocimiento institucional; mientras el reconocimiento nacional se prepara para ser entregado en la Ciudad de México, este yoreme continúa su labor desde su comunidad, como siempre: con la mirada fija en las raíces, el corazón puesto en la tierra y la voz firme que reitera: La dignificación de la cultura indígena empieza por hablar nuestra lengua y vivir nuestras tradiciones con orgullo.
Premios Nacionales
Si las tradiciones siguen, hay esperanza

▲Foto Cristina Gómez Lima
Periódico La JornadaLunes 21 de julio de 2025, p. 3
En el sur de Sonora se ubica la comunidad indígena El Júpare, donde vive Antolín Vázquez Valenzuela, premio Nacional de Artes y Literatura 2024 en el rubro de Artes y Tradiciones Populares por su labor en la defensa y divulgación de la cultura yoreme-mayo. En entrevista con La Jornada, asegura que su lucha responde al riesgo que tienen las lenguas indígenas de desaparecer, como el yoremnokki, que hoy habla con fluidez 30 por ciento de la comunidad del sur de Sonora. Refiere que con la distinción no se acaba su empeño, ya que para él, la mejor manera de dignificar su cultura es hablar la lengua originaria. Somos un pueblo grande de espíritu y corazón. Nos resistimos a desaparecer. Seguiremos aquí, danzando, cantando y cuidando nuestras raíces
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